Editorial

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Cómo nace la editorial

Siempre huí de la autoedición. Llevo publicando libros pagados por otros desde que terminé mi primera novela, La Dama Ciega, allá por el 2007. Desde entonces tengo más de diez títulos publicados entre volúmenes de relatos, antologías colectivas, novelas, obras de teatro y libros de viajes. Miro hacia atrás y veo toda una obra. Con sus altibajos, con sus resultados mejores o peores, pero sobre todo veo mucho trabajo y un enorme amor por la literatura, a la que he atacado desde todos los flancos: narrativa, dramaturgia, ensayo y reportajes, salvo el lírico, porque uno sabe de sus limitaciones y la poesía no es lo mío.

Tener un editor profesional se supone que facilita el camino para ser leído cuando nadie te conoce. Las editoriales, se supone de nuevo, tienen acceso a los medios y a los críticos y pueden conseguir alguna reseña o elogio (aunque puede suceder lo contrario). Y así sucedió en mi caso. Gracias a Ediciones Barataria tuve presencia en librerías y buenas críticas. Destaco, por ejemplo, la encendida loa que recibí en El Cultural de El Mundo por mi novela Mariposas en el cuarto oscuro.

Sin embargo, mis lectores y cierta notoriedad en las librerías vendrían por sorpresa con un género que nunca había tocado: la narrativa de viajes. Resulta que dejé mi trabajo como funcionario con el fin de recuperar la inspiración para una novela, pero antes de encontrar a las musas me fui en moto a recorrer África y África me encontró a mí. Tras pasar 4 meses y cruzar 14 países, regresé y vomité un libro directo, franco e incorrecto titulado Un millón de piedras. Ni pensé en estar escribiendo un relato de viajes, ni mucho menos en un texto motero o motociclista. Simplemente transcribí el cuaderno de bitácora de un ex oficinista flipando por una África que nunca antes había pisado.

El argumento del libro era muy sencillo: mi vida rebotando sin control de piedra en piedra, de frontera en frontera, aquí un accidente, allá una enfermedad, más acá litros de cerveza, al otro lado el desierto, la selva y las estrellas y un fulano sorprendido y feliz de vivir la experiencia que cambiaría su vida. Luego escribí un libro mejor titulado La emoción del nómada cuando ya sabía el final de la historia, pero Un millón de piedras es puro aluvión incontenible de pensamientos, sentimientos y vida, mucha vida.

El libro funcionó por sí solo para sorpresa de todos. Mía, de la editorial y de los pocos que lo leyeron cuando era un atado de folios. Y lo hizo a través del boca oreja, sin apoyo alguno de los medios. Mi agente de prensa hemos sido siempre mi ordenador y yo. Pero quien lo leía no quedaba indiferente. Por supuesto hay a quien no le gusta. Pero se repite el fenómeno, a quien no le gusta, no le gusta mucho. Y es que he comprobado que el libro causa efecto. En cierto modo es excesivo al llamar a las cosas por su nombre, al no halagar el oído de nadie, al no intentar estar por encima del bien y del mal. Como digo en sus páginas: África cautiva, pero es un asco. Y ya está bien de líricas de safari. Al pan pan, y al vino vino.

El libro ha agotado seis ediciones y se sigue demandando. Me lo piden desde América. Me lo piden en e-book.Haber vendido ese libro en decenas de presentaciones es lo que ha financiado mis últimas aventuras. Y al final he comprendido: un autor con lectores debe hacer todo lo posible porque su obra esté en la calle y ser dueño de ella sin intermediarios. Por eso he decidido recuperar los derechos de Un millón de piedras y lanzarme al vacío de la edición.

Nace Silver Rider Prodaktions como una marca para identificar los contenidos que yo genere y también, y esto es importante, los contenidos ajenos que sobresalgan. Creo que mi experiencia es un buen aval para una editorial especializada en viajes y aventura. También servirá de canal de comunicación y publicidad a aquellas obras que considere interesantes. Y no nos limitaremos a la motocicleta, puesto que hay otras experiencias viajeras y vitales más allá de la moto.

Todo está por decidir, como en cualquier aventura. Por eso me atrae el proyecto, porque de nuevo me enfrento a lo desconocido. De algún modo siento que es como si fuera a comenzar de nuevo el viaje que me llevó a escribir Un millón de piedras.